Tenía 15 años cuando llegó desde su Perú natal, junto con su madre y sus dos hermanos, de 19 y 17. Vinieron, como muchos ciudadanos de países vecinos, con la esperanza de encontrar en Buenos Aires un presente más próspero.
Pero la realidad de esta gran ciudad no les abrió las puertas tan fácilmente. Mientras estudiaba, Marcela emprendió la búsqueda de trabajo, pero ni ella ni sus hermanos tuvieron éxito en un mercado laboral competitivo y excluyente.
Entretanto, su madre empezó a hacer tareas de limpieza a domicilio, lo cual les permitió tener un pasar algo mejor. Hasta ese momento, Marcela y sus hermanos revolvían bolsas de basura para encontrar algo qué comer. En esa situación, sus hermanos se vieron atrapados por conductas ¨sin ley¨ propias de la noche, ahí donde por momentos vale todo.
En esos momentos difíciles para ella y su madre, apareció su príncipe azul. Enamorada y con un montón de proyectos en mente, alquilaron una habitación de hotel y al poquito tiempo Marcela quedó embarazada. Su pareja trabajó como gastronómico hasta que se quedó sin ese empleo y, al tiempo, entró en otro menos promisorio.
Empezó a hacer algunos envíos a domicilio nocturnos de alcohol. En ese andar, conoció las drogas. Marcela empezó a desesperarse y a preocuparse por lo que estaba viviendo, no sólo con sus hermanos, sino ahora también con su marido. La situación se agravó cuando uno de sus hermanos fue detenido y ni su madre ni ella pudieron seguir pagando la habitación del hotel que compartían.
El Gobierno de la Ciudad les facilitó un subsidio habitacional, que al fin y al cabo no fue una solución. En medio de tantas necesidades, esa ayuda se esfumó rápidamente y, como en un tobogán sin fin, terminaron ocupando ¨un sótano de un edificio abandonado¨.
Marcela no pudo trabajar hasta que su bebé tuvo dos años y pudo ser recibido en el Centro Maternal de FUNDAMIND.
Esa ayuda le permitió empezar a trabajar y terminar sus estudios secundarios, luego de 4 años fatídicos en Buenos Aires.
Aun hoy sigue trabajando, estudiando y está muy contenta por el cuidado, la comprensión y el amor que recibe su hijo, además de tener por primera vez la posibilidad de ir realizando sus sueños como mujer.
El padre del niño los visita de vez en cuando y los ayuda con algo de dinero, pero ella no depende de él para mantener a su familia.
Ahora depende de sus fuerzas y del estímulo que todos los días encuentra en FUNDAMIND. Sabe que, si sus fuerzas se debilitan, siempre hay una oreja dispuesta a escucharla y una mano dispuesta a ayudarla.
¡Marcela acaba de cumplir 19 años y tiene la esperanza de seguir creciendo y construyendo un futuro positivo, para ella y su pequeño hijo!
Ayudémosla a que así sea!