Hay muchas cosas que no puedo recordar de cuando era chico, por eso siempre digo que no tuve niñez. Mi vida lentamente se va armando como un rompecabezas y cada día descubro nuevas piezas.
Cuando era chiquito, puedo decir que lo que tenía no era una familia. ¿Por qué? Porque no había contención y amor. Hasta el día de hoy que tengo 26 años nunca hubo un beso o un abrazo de mi madre. Somos seis hermanos, yo soy el del medio: “la oveja negra”, y mi mamá, una mujer bien de campo. A mi papá lo conocí pero cuando tenía 7 años lo mataron. Lo presencié todo y me quedó bien grabado.
Yo iba a jugar a las casas de mis vecinos, siempre, porque sabía que ahí había algo que en mi casa no tenía: cariño. Estaba más tiempo en la casa de mis vecinos que en la mía propia. Un día cuando estoy volviendo a mi casa, justo en la puerta, veo cómo lo matan. Todavía recuerdo el grito de mi mamá, “¡No, mi marido no…!” es como un eco en mi cabeza. En ese momento recién tomo conciencia de lo que había pasado (creí que le habían pegado, pero la realidad es que lo mataron de un tiro).
Mi papá llegaba, tomaba, se fumaba un cigarro en la puerta de mi casa y después entraba, borracho, y siempre había problemas. Esa vez, se quedó con el vecino en la puerta, se ve que discutieron, el otro agarró un arma y lo mató. Al día de hoy no se cual fue la razón por la que discutieron.
Después de la muerte de mi papá, mi mamá no podía mantener seis hijos, entonces de los seis se quedó con tres y el resto los repartió, incluyendome a mí. No me fui muy lejos, sino a la casa de al lado, y mis otros dos hermanos terminaron en casas diferentes. Uno de mis hermanos se fue a la casa de un señor que le brindó una buena crianza, el otro con su madrina que también vivía bastante bien y a mí me tocó lo mismo que ya tenía en lo que respecta a situación económica, pero, eso sí, con amor.
En ese momento no sabía a donde había ido cada uno de nosotros, lo único de lo que era consiente era de que nos habían separado. La casa de mi mamá era grande pero muy chica para todos los que éramos. Cuando nos comenzamos a ir, se empezó a quedar vacía. Mi mamá tuvo que salir a trabajar (nunca lo había hecho antes) porque tenía que mantener a la familia que quedaba con ella.
Del tacho a la ducha
Mi nueva familia, mis vecinos, era diferente a lo que había conocido. Me bañaban, peinaban, cepillaban los dientes, me cortaban el pelo. Tenían otros hijos pero ya eran grandes. Me habré quedado un tiempo allí y después pasé a otra familia. Aún no se por qué. Calculo que habrá sido aproximadamente a los nueve años pero no puedo asegurarlo porque en ese momento no tenía noción del tiempo. Cuando recuerdo todo esto pienso en lo extraño que es, me separaba de mi familia, pero no mucho, terminaba siempre en las casas contiguas.
Me voy a vivir con una nueva familia, también vecinos, con los cuales tengo contacto hasta el día de hoy (con la familia anterior lo perdí). Ellos estaban mucho mejor económicamente así que me quedé un tiempo. Se preguntarán si tenía contacto con mi familia biológica, ¿verdad? Pues bien, solo veía a mis hermanos cuando me subía a la terraza de mi nueva casa y los observaba jugar desde allí. No nos hablábamos, ni tampoco con mi mamá.
Hay algo de aquella época que me quedó muy grabado en el corazón: en mi casa materna, yo me bañaba en un barril. Cuando cambié de familia, supe lo que era el agua caliente, una cama, vestirse bien. Pero, mientras tanto, veía a mis hermanos desde la terraza cómo se seguían bañando en un tacho, solos y sin una madre que los ayudara.
De lo malo a lo bueno…
Empiezo a venir a FUNDAMIND cuando tenía nueve años para apoyo escolar. Nunca me habían mandado al jardín, así que entré directamente a primer grado y lo repetí. Tan resentido quedé que años más tarde me crucé con mi maestra de aquella época y le pedí que me explicara por qué había pasado eso. “No te pudiste adaptar”, me contestó.
En esa época, cuando iba a FUNDAMIND, había vuelto otra vez a mi casa materna. De lo malo a lo bueno y de lo bueno a lo malo, lamentablemente. Mi mamá me mandaba solamente al colegio porque me daban de comer, y por alguna razón, allí le recomiendan (casi la obligan) que nos mande a FUNDAMIND tanto a mí como a uno de mis hermanos. No tenía muchas ganas de ir a apoyo escolar pero no me quedaba otra.
Puedo asegurar que llegar acá fue lo mejor que me pasó. Conocí a personas que ayudaban, los voluntarios, sin que nadie les pagara o los obligara. Hombres, mujeres, todos eran buenos y amorosos. No venían a FUNDAMIND solamente a enseñar, realmente ayudaban a la gente.
Creo que les habremos dado lástima, no sé si por la forma desprolija de vestir o porque no éramos muy limpios, porque todos nos tomaron mucho cariño. Los voluntarios nos invitaban a comer, y de una vez por semana que debíamos ir a las clases, pasamos a verlos más frecuentemente. Me da vergüenza contar esto pero es bueno que lo diga: una vez por semana yo podía ir a bañarme, realmente bañarme, con shampoo, jabón, crema de enjuague, gracias a ellos.
FUNDAMIND hizo mucho por mí. Les importaba ayudar y eso se notaba. Te daban ropa, zapatillas, pero más allá de eso, te daban amor, algo que en mi casa recibía por migajas. Cada semana no veía la hora de ir. Jugaba, aprendía, nos llevaban al cine, al circo, lugares que desconocía porque mi mamá nunca me había llevado.
Pero cuando terminó la primaria ya no tuve más razones (educativas) para asistir así que dejé de ir.
Toca lo que toca porque la suerte es loca
Desde ese momento, mi vida tuvo unos vuelcos no muy agradables. Repetí los primeros años de secundaria, me fui de la casa de mi mamá, me junté con gente que consumía drogas y por ende yo hice (y a veces hago) lo mismo. En una época, me tomé un año sabático solo para drogarme diariamente, fue terrible. Hoy solo consumo cuando estoy demasiado triste y quiero lastimarme. Viví en hogares transitorios, que no son lo mismo que paradores nocturnos, y estuve preso dos veces por intento de robo.
También pasaron cosas buenas. Conocí a personas muy importantes, como la mamá de mi hija, que hoy tiene 7 años. A pesar de que hoy ya no estamos juntos, siempre la recordaré como una maravillosa persona. Con ella tuve la oportunidad de asentarme y formar realmente una familia, pero como no la había tenido nunca y no sabía lo que era, no me animé a dar ese gran paso. ¿Cómo voy a demostrar sentimientos si no sé cómo hacerlo? Ella hoy tiene otra pareja y acaba de ser madre nuevamente. Ahora que lo pienso, me hubiera gustado ser yo el que esté a su lado. Pero, mal o bien, tomé decisiones y no me arrepiento.
Tuve también varios trabajos, el primero a los 15 años en una panadería. Fue necesario porque en mi casa siempre me compraban todo lo más feo, a diferencia de mi hermano menor. Siempre hicieron diferencias en mi familia pero no me había dado cuenta hasta ese momento. No ganaba mucho, pero me llevaba pan, facturas y no estaba en la calle.
Ahora trabajo como repartidor y acabo de ser padre otra vez, pero en esta oportunidad de un varón. No tengo muy buena relación con la madre, a la que conocí hace algunos años pero de la que siempre tuve claro que no seríamos más que amigos, y, confieso, aun estoy haciéndome la idea de esta nueva paternidad. La realidad es que no veo a mis hijos muy seguido.
Una vuelta, pasando por la vereda de FUNDAMIND, me acuerdo que de chiquito me habían dado zapatillas y como en ese momento estaba necesitando, me decidí a entrar. Les comenté lo que precisaba y ellos me lo dieron. Luego, les pregunté si se podía hacer algo, ayudar de alguna manera, y me comentaron sobre los talleres. Desde hace tres meses estoy participando y me parecen bárbaros. Me interesan porque hay cosas que no sabía. Se tratan temas como la violencia, el SIDA, las drogas, la salud, todos temas que a uno lo tocan muy de cerca. A veces, sugiero algunos temas que me gustaría que se hablen pero todavía no tuve suerte. Hay que respetar la planificación.
Me gustaría estar más comprometido con FUNDAMIND. Sería una forma de devolver una pequeña parte de todo lo que ellos me dieron. No me olvido de eso. He recibido más amor de ahí que de la familia. Quizás en el futuro haya una oportunidad para mí.
A veces pienso que soy una persona que no tiene futuro, vivo el día a día, no pienso. A mí todas las cosas me cuestan el doble. A veces no tengo ganas de vivir, me da todo lo mismo, por eso consumo. Pero después me arrepiento…
Quisiera ser boxeador profesional (lo estoy practicando desde los 12 años) pero también terminar la secundaria. Intenté un montón de veces pero siempre me iba mal. Ahora estoy intentando nuevamente (secundario para adultos) pero voy a necesitar mucha ayuda, no puedo estudiar solo, no logro entender lo que me enseñan. Y también, lo reconozco, me cuesta terminar las cosas.
De lo expuesto hasta aquí cada uno podrá hacer su propia lectura y extraer las significaciones. Por lo que a mí respecta, aprendí que lo fácil no está bueno. Mi vida fue muy complicada, por eso pienso que algo bueno puedo sacar de ella. He salido adelante, estoy vivo, a pesar de la falta de cariño.
Me derrumbé, me levanté y lo seguiré haciendo.