Cuando en FUNDAMIND me propusieron contar mi historia de vida respondí que mi vida son muchas historias. Intento hacer una síntesis de ellas y deseo que puedan leerlas dispuestos a comprender los lugares y momentos que nos toca vivir a los que nacimos pobres.
Al igual que muchas personas que llegan a FUNDAMIND, yo vine desde Perú impulsada por el deseo de trabajar y salir de la miseria. Viví muchos momentos de desesperación -especialmente cuando el padre de mis hijos se descompensó psíquicamente-. Ya no pudo trabajar y estaba agresivo y me reclamaba todo el tiempo que yo no lo ayudaba. Yo deseaba criar a mis hijos con su ayuda, no ayudarlo a él. Pero en esa encrucijada me puso la vida. Y ahí comenzaron varias historias. Tenía que trabajar y no tenía donde dejar los niños. Vivía con los dos más pequeños en un cuarto de hotel muy reducido y para poder comer tenía que dejarlos solos. Tuve la suerte de enterarme por una vecina que había un jardín cerca, que era FUNDAMIND. Allí recibieron a mis niños. Ambos habían nacido prematuros y tenían retraso madurativo. La ternura y paciencia de las docentes les ayudó y me ayudó muchísimo. La Escuela para Padres, me permitió expresar mi angustia y desesperación. Me brindaron alimentos todos los días. Me sentí liberada, podía pagar el alquiler y mis niños comían todos los días y estaban en el jardín, jugaban y los trataban con amor. El padre de los chicos estaba en la calle y lo veíamos pero no podía hacer nada por nosotros. Al contrario, tanta pena nos daba…. que le compartíamos nuestra comida y nuestro abrigo. Mi hijito mayor enfermó y estuve internada con los dos niños en el hospital. Perdí mis trabajos y cuando le dieron el alta a mi hijito en el hospital, fuimos a parar a una casa tomada, en la que me fiaron por quince días, gracias a que conocía a una de las familias que vivían ahí, y a las que había ayudado hacía mucho tiempo regalándoles colchones y ropa que a mí me habían dado y que en ese momento no usaba. Pero esta casa sufrió un desalojo masivo. Yo me puse muy mal el día que vinieron a sacarnos, tanto que le grité a la policía. Pedía compasión por mis hijos que estaban en tratamiento por los pulmones y por el retraso madurativo. La policía tenía una orden que cumplir y terminaron haciendo un acta por la cual me hicieron juicio por desacato a la autoridad. Quedamos en la calle y yo enjuiciada. La calle nos unió al padre de los chicos. Nos convertimos en una familia de cartoneros. Los niños continuaban yendo a FUNDAMIND, en donde nos ayudaban en todo lo que podían.
Pidiendo y pidiendo logré un subsidio habitacional y una vivienda en la que nos amontonamos porque el espacio era pequeño. Los niños iban creciendo y muchas veces ocupaban más lugar los cartones y lo que teníamos juntado para vender que nosotros mismos. La Trabajadora Social que nos visitaba, me señalaba que de esa manera no podía ser… que teníamos que tratar de ordenarnos y mantener la habitación más confortable. Pero mientras más llena estaba nuestra habitación, yo más tranquila estaba, porque sabía que iba a tener para comprar todo lo que mis niños necesitaban: medicación que no nos daban en el hospital, útiles o para viajar. Entre tanto comencé el curso de asistente de adultos mayores. Al principio me costó poder concentrarme en lo que leía. Al hacer este curso, por un lado me sentía una mujer que progresaba pero por el otro, me vía retrasando las cosas que tenía que hacer en mi hogar, más orden, más atención para los niños. Pero seguía apostando a progresar. Un día me recibí y tuve el diploma que había soñado en Perú. No había soñado con este título sino con ser enfermera diplomada. Aun así me sentí importante. El reconocimiento de las autoridades, las sonrisas de mis hijos, la satisfacción del padre de mis hijos por mis logros, son uno de los recuerdos más gratos de mi vida.
Mis hijos también lograron estudiar siempre, concurriendo a escuelas especiales en las que los trataron con cuidados acordes a su capacidad intelectual y su nivel de desarrollo personal. Mantuve y mantengo permanentemente extensas conversaciones con las docentes. A veces, sé que resulto pesada porque pregunto, cuento y comento; pero es la manera en que puedo hacerme entender y entenderme a mí misma. Cuántas charlas he mantenido en FUNDAMIND! Me escucharon cocineras, maestras, psicólogas, trabajadoras sociales y yo siempre pidiendo y demandando. Hoy sé que su contención fue uno de los pilares más importantes en mi lucha por la educación de mis hijos.
Con el título, mi vida laboral, cambió de orientación porque no tuve más que cartonear, pero no cambiaron mis tareas, porque el asistente de adulto mayor, tiene que bañarlo, higienizarlo cuantos veces lo requiera, ayudarle a andar, a comer, a vestirse, contenerlo y muchas veces enfrentarse a las familias que no alcanzan a comprender la situación. La relación cotidiana con el adulto mayor suele ser difícil; pero los que trabajamos en esto sabemos ponerle el cuerpo.
La causa por desacato a la autoridad ha terminado hace más de un año y tuve que hacer trabajo comunitario en una institución comunitaria; pero lo hice con ganas, por la institución misma.
Como hubo etapas negras en mi vida hoy estoy viviendo una luminosa. Gracias a todos los profesionales que conocí en mi paso por FUNDAMIND y en esto de ser asistente de adulto mayor he obtenido un crédito para vivienda y hemos podido comprar una casa cómoda para toda la familia. Mis hijos pueden estudiar y jugar en ella. Yo puedo tener ordenado lo poco que tenemos: nos faltan muebles y heladera, pero sé que vamos a conseguirlos. En FUNDAMIND también van ayudarme con esto, porque siempre hay personas solidarias dentro o cerca de la fundación que no juzgan ni discriminan sino que ayudan al que necesita.
Tengo que afrontar el crédito, las expensas y todos los gastos de una casa. Pero estoy orgullosa de tener que pagar y sé que voy a trabajar y conseguir con qué pagar todo. Puedo llevar y traer mis hijos a la escuela y a sus tratamientos, los veo crecer y tratarse con cariño, los veo educados y tratando con respeto a sus maestros y sus padres. Los veo hermosos y me siento feliz.
Agradezco a esta patria generosa que es ARGENTINA que me dio tantas oportunidades, a las autoridades y profesionales que me escucharon y me respondieron positivamente y a FUNDAMIND por permitirme expresar mi historia de vida. Sepan que lo hago con el mejor de mis sentimientos. Dios los bendiga.