Mi nombre es Gimena. Tengo 33 años. En estas líneas voy a tratar de contar algo de mi larga historia.

Mis padres se separaron. Mi madre era muy golpeadora y humilladora; volvió a juntarse y de esa relación nacieron mis dos hermanos. Los problemas fueron creciendo más porque -en el medio de todo esto- la droga llegó a mi familia. Mi madre consumía a diario y delante de nosotros, lo que me producía mucha tristeza. La violencia crecía día tras día. Un valiente vecino logró hacer una denuncia, por lo que vinieron a buscarnos, nos llevaron a la comisaria y desde ese momento estuvimos bajo juez por protección de persona.

Llegué a mi adolescencia y las peleas contra mi madre eran cada vez más grandes. Un día recibimos una noticia muy triste en mi familia, nos enteramos que mi madre había contraído el VIH. Pasamos momentos muy tristes… ella se descargaba maltratándome. Yo me escapaba de casa, vivía en la calle casi todo el tiempo y abandoné el colegio. Como esto no era lo mejor para el juez, estuve –por fuga de hogar- tres veces en tres institutos de menores distintos. No fue una de mis mejores experiencias. Cuando logré salir tenía casi 15 años, traté de tener una buena relación con mi madre y evitaba las discusiones saliendo mucho. Conocí a un muchacho y en esa relación quedé embarazada. Mi madre trató de hacerme abortar a los golpes, entonces me escapé. Estuve viviendo con los padres de mi pareja durante 2 meses. Pero ellos tampoco aceptaron el embarazo y me echaron; así que por 5 meses volví a la calle. Con la ayuda de algunos amigos tuve a mi hija, pero como era menor y no tenía a donde ir, el juez determinó sacar de mi casa a mi madre y todos los que libremente se drogaban en ella.

Volví a mi casa con mi hija recién nacida. Al poco tiempo regresó mi madre y yo tuve que irme con la pequeña. Logré juntarme con el padre de mi hija y volví a vivir con su familia, manteniendo un matrimonio de 11 años. Creí que iba a tener un matrimonio maravilloso y lograr la familia que siempre quise, pero eso era un sueño. Tuve un marido maltratador, vivimos en medio de todo tipo de violencia: Física, Verbal y Sexual. Aguanté por mi hija para que tuviera una familia, pero a través del tiempo el amor por ese hombre se terminó y nos separamos. Estuve sola –con mi hijita- durante ocho meses. Conocí a alguien, la relación no resultó, nos separamos a los dos meses. A las dos semanas de la separación me enteré que estaba nuevamente embarazada y quedé sola -con mis dos niñas- durante nueve meses.

El día que fui a dar a luz a mi segunda hija los médicos me informaron que el estudio del VIH había dado positivo. Entré en un estado de enorme angustia, estaba asustada por mi bebé pero gracias a la rapidez de los médicos todo salió bien. Digo esto porque hasta los dieciocho meses de mi pequeña –cuando tuve el resultado de todos los estudios- no tenía la seguridad que fuera una nena sana. No lo pasé bien.

Nunca creí en el destino, pero hoy tengo que creer porque el destino mismo me trajo a un lugar maravilloso donde encontré toda la contención del mundo. Ese lugar es FUNDAMIND. Acá no me siento discriminada, puedo contar gente que me ayuda a soportar mis miedos. Todo el tiempo me están informando y me ayudan a aprender que por más que yo tenga el VYH puedo hacer una vida normal. Hablo de todos los que forman parte de FUNDAMIND: el equipo técnico, las maestras… Tengo un agradecimiento especial con la señora Marisa (la psicóloga y Directora) que me tendió su mano para cuando yo esté triste y no tenga con quien hablar, para que cuente con ella en cualquier momento.

En FUNDAMIND me siento como en mi segundo hogar. Puedo decir que es un refugio para mí, porque cuando me siento sola sé que puedo contar ellos. Todo esto es nuevo en mi vida y sé que con la ayuda de toda esta gente voy a salir adelante.

Ellos son muy importantes y solo me queda por decirles ¡¡¡MIL GRACIAS!!!.