...junto a chicos y "grandes"

Historias de Vida

Llegué al Centro de Primera Infancia de FUNDAMIND con mis pequeños cargados de problemas. Si decían algo parecía que hablaban en coreano. Se pegaban todo el día. No hacían caso. Todo el tiempo me repetía: “No sé qué voy a hacer con ellos”. No podíamos viajar en colectivo porque molestaban a todos. Si hasta Pancho se quería tirar por la ventanilla…

En el hospital decían que no tenían problemas neurológicos, entonces yo me decía: “No sé qué es, qué les pasa”. En FUNDAMIND los tomaron en salita de 2, pero…. juntos se portaban peor. Una semana iba uno, a la siguiente el otro. Yo trabajaba en un restaurante por la noche porque con lo que ganaba el padre no nos alcanzaba. La habitación donde vivíamos era muy chica, pero tenía una ventaja: daba justo a la terraza y los pequeños podían jugar allí.

Con el padre de los niños discutíamos todos los días. Yo siempre decía: “Con estos niños no se puede”. En la fundación, la psicóloga me preguntaba: ¿qué era lo que no se podía? Yo respondía: “Todo y nada. Cuando estoy con ellos no puedo hacer nada. Me sacan y les tiro del pelo y de las orejas y se ponen peor. Gritan y lloran, y no paran. No puedo más. No sé qué voy a hacer”. Creo que durante todo el año, cada vez que la psicóloga me escuchaba, yo terminaba diciendo lo mismo: “No sabía qué iba a hacer”.

Cuando finalizó el año, me dijeron en la fundación que los pequeños podían seguir ambos en cada una de las dos salitas de 3. Así comenzaron el 2013, pero los problemas siguieron: ellos gritaban, pegaban, se escapaban, se revolcaban por el patio, lloraban, se agredían entre sí. Las maestras –con su santa paciencia- los contenían.

La psicóloga me pidió que yo iniciara tratamiento psicológico en otra institución. Pero siempre lo dejaba para más adelante. Tanto me insistieron que yo comencé a atenderme en el Centro Arminda Aberastury y, para los niños, buscamos con mi marido en la obra social, en un centro de atención familiar y en hospitales; hasta que dimos con el Hospital de Clínicas y allí comenzaron a hacernos entrevistas.

Me cansé de oírme repetir siempre lo mismo y de escuchar a la psicóloga decir que tenía que elaborar el duelo por lo que había dejado en Perú. Lo planteé en FUNDAMIND y me dijeron: Y…. decíselo a tu psicóloga. Pero cómo se lo digo… Hasta que un día… se lo dije: “Estoy harta de venir, de mi situación, de los niños, de todo”. Desde ahí el tratamiento comenzó a despertarme cierto interés. Ya no me costaba tanto ir.

Llevar a Jonathan al Clínicas me quitaba tiempo para trabajar, pero lo hacía. Sentía que no daba más, pero iba a trabajar, a mi terapia, al Clínicas, a FUNDAMIND, a los talleres de padres. Discutía con mi marido. Renegaba con los chicos. Pero yo iba a todos lados y me parecía que la vida también iba conmigo. Hasta que… nos llegó el desalojo. Fuimos a parar a una habitación en Lanús, inundada de mosquitos, sin cloacas, sin gas, sin antena para televisor. A Jonathan le dio alergia de las picaduras de los mosquitos. Estaba desfigurado. Fuimos al médico, tomó medicación, se le pasó.

Para ir a FUNDAMIND, viajábamos una hora y media o dos (según si perdíamos o no uno de los colectivos). Mi marido se levantaba a las 4 y media de la mañana para llegar a su trabajo y entonces le quedaba menos tiempo para hacer sus tareas, y ganaba menos plata. Yo no podía trabajar. Me lo pasaba viajando y buscando otro lugar para vivir. Traté de convencer a amigos para alquilar juntos y alcanzar a apagar un alquiler entre dos familias.

Traté que nos alquilen un sótano que no era muy lindo pero era amplio, traté de conseguir garantía, mi marido salió a buscar plata prestada, un crédito. Todo el tiempo estuvimos buscando y… un día conseguimos que nos presten plata, otro que nos alquilen sin garantía y el fin de semana siguiente nos mudamos.

Estoy tan feliz que todavía no caigo. Tenemos todo desordenado, pero casi no importa. En FUNDAMIND dicen que los niños están mejor, especialmente Jonathan. Yo no sé qué voy a hacer con el duelo de lo que dejé en Perú, pero sé que quiero conseguir un buen trabajo, traer a mi madre para que me ayude con los niños, continuar con los tratamientos y que los niños puedan estar bien en el nuevo jardín.

Hoy tuvimos reunión de evaluación en FUNDAMIND y yo sólo pude decir gracias… por la paciencia, por escucharme, porque a mis niños les pusieron una persona para que los atienda especialmente en cada sala, además de estar atendidos por la psicopedagoga. Hoy Jonathan me habla y le entiendo, Pancho está más retrasado pero dicen los psicólogos que irá imitando a su hermano mellizo y evolucionará, y podrán estar bien y sin pelearse.

Gracias FUNDAMIND, porque hoy se lo que quiero y lo que tengo que hacer.

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