...junto a chicos y "grandes"

Las organizaciones sociales y el hambre en tiempos de coronavirus

La pandemia expone las desigualdades pre-existentes y afecta aún más a las personas que viven al margen de la protección social y del mercado laboral. Fundamind está repartiendo alimentos y contiene a más de 300 familias vinculadas a su centro de primera infancia. El contexto obliga a redoblar los esfuerzos en la lucha contra el hambre.

«Es difícil sobrevivir en la actual situación de cuarentena. Si no podemos salir a trabajar, es imposible tener al final del día un plato de comida para nosotras y para nuestros hijos», expresa María, una de las mamas que se acercó al centro de primera infancia de FUNDAMIND en el barrio de Balvanera (uno de los 76 que existen en CABA), para recibir uno de los centenares de bolsones de alimentos que esta organización social da por semana a familias que están en situación de vulnerabilidad social y riesgo alimentario.

Es sabido que el aislamiento obligatorio necesario para combatir al covid-19 se volvió crítico en muchas zonas de la Argentina -no solamente en villas y asentamientos- donde la asistencia a clubes, parroquias y comedores comunitarios, aún aparece como vía de escape al hambre y al hacinamiento en viviendas precarias.

Las familias que viven hacinadas en pequeñas habitaciones, en conventillos, pensiones o edificios ocupados en plena Ciudad de Buenos Aires, están sufriendo muchísimo esta realidad. Lo más urgente ahora para ellas es conseguir el alimento de cada día.

Todos los días en el centro de primera infancia de FUNDAMIND son educados, alimentados y protegidos de vulneración a sus derechos más de 200 niños y niñas de 6 meses a 3 años.  “Ahora, en plena pandemia, nos toca asegurar que las familias y sus niños tengan asegurado su derecho a la alimentación”, comenta la directora de FUNDAMIND, Marisa Mujica.

“Canalizamos semanalmente la asistencia alimentaria que envían los gobiernos nacional y de la Ciudad, a través de la entrega de un bolsón de alimentos con productos de primera necesidad, para las familias de los chicos más vulnerables que no pueden asistir al Centro Maternal, y también hacemos un gran esfuerzo propio. Pero vemos que al extenderse la cuarentena, cada día que pasa se hace más difícil sobrevivir, sobre todo para aquellas familias que no pueden generar ingresos diarios y además no tienen ningún plan social del gobierno.”

Lo cierto es que, coronavirus mediante, la demanda de alimentos en los barrios más necesitados está desbordando la capacidad de respuesta del Estado. Las organizaciones que trabajan con la comunidad todos los días son las que están tratando de acaparar esa demanda, complementando la ayuda que destinan los gobiernos -nacional y de cada distrito- a la población más vulnerable y marginada.

De acuerdo con un relevamiento que publicó la revista Crisis, en la Ciudad de Buenos Aires hay 470 comedores que reciben mercadería para la elaboración de 90 mil raciones diarias. De ese total, 290 están en las villas. “Se estima que hay al menos un 20 por ciento más de comedores que no están reconocidos por el Estado pero igual reparten comida, por lo que el número de personas que no consiguen solucionar su alimentación diaria alcanza los seis dígitos. Además, están los merenderos que se esparcen con todavía mayor capilaridad por todo el territorio de la Capital Federal”.

El presidente de FUNDAMIND, Gerardo Mitre, asegura que “la pandemia agravó la emergencia alimentaria y, si el objetivo es avanzar hacia el hambre cero, esto nos pone cada vez más lejos del objetivo, salvo que se articulen más y mejores políticas entre los gobiernos y las organizaciones sociales para que a nadie le falte la comida”.

FUNDAMIND fue desde los primeros días de su vida institucional, en 1990, un refugio para los que tienen hambre y son vulnerados en sus derechos. “Iniciamos nuestra tarea de entregar alimentos, sin ningún financiamiento cierto. Lo hicimos con aportes voluntarios fluctuantes en cantidad y calidad”, rememora Mitre.

Al igual que María, cientos de jefas y jefes de hogar están tratando de garantizar su alimentación y la de sus hijos en organizaciones de la sociedad civil. “Nunca tuvimos asegurada nuestra comida porque no conseguimos trabajo, a veces pasamos por situaciones de violencia o abusos y tampoco podemos acceder a una vivienda digna”, cuenta esta joven, soltera y con dos hijos de 1 y de 3 años.

El hambre ya era un problema grave antes de la pandemia. Ahora el desafío se multiplicó y habrá que redoblar los esfuerzos para asegurar que a ninguna familia le falte la comida en la mesa.

El Plan contra el Hambre, ante nuevos desafíos

El contexto previo a la pandemia ya era crítico. Los últimos informes del Observatorio de la Deuda Social de la UCA indicaban que, a fines del año pasado, más de la mitad de los chicos vivía en la pobreza y que un millón y medio están privados de al menos una comida diaria.

En ese escenario, el gobierno lanzó un Plan Nacional contra el Hambre, que hasta ahora se tradujo en la entrega de unas 920 mil tarjetas, en los distritos donde la emergencia es más aguda. El plástico contiene 4 mil o 6 mil pesos de acuerdo a si se tiene uno o más hijos y sirve para comprar alimentos en distintos comercios minoristas.

Está destinada a madres o padres con hijos e hijas de hasta 6 años de edad que reciben la Asignación Universal por Hijo (AUH), a embarazadas a partir de los 3 meses que cobran la Asignación por Embarazo, y a personas con discapacidad que reciben la AUH.

La inversión del Estado nacional para sostener esta política se estima en 70 mil millones de pesos anuales. Por mes, ingresan 1800 millones sólo al Conurbano. En total, está previsto cubrir las necesidades alimentarias de unas 2 millones de personas, entre embarazadas y chicos de menos de 6 años en situación de riesgo.

De acuerdo con los objetivos informados por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, la herramienta debería fortalecer el consumo en mercados populares, a precio justo y sin intermediarios. También está previsto fomentar las compras comunitarias y las redes locales de comercialización.

El Plan Argentina contra el Hambre estipula el control de la talla y el peso de los niños, articulando las políticas alimentarias con las políticas sanitarias, materno infantil, de primera infancia, adolescencia y adultos mayores, entre otras. Para eso, se comprometió el fortalecimiento de comedores escolares y comunitarios.

Finalmente, además del ya constituido Consejo Federal Argentina contra el Hambre, se anunció la puesta en marcha de un Observatorio que monitoree esta política asistencial y será impulsado, de acuerdo a la información oficial, “un nuevo espacio de articulación participativo, solidario y creativo de referentes sociales nacionales, provinciales, municipales, y de medios de comunicación, destinado al fortalecimiento del Plan.

  • Depósitos en Cuenta Corriente: Podés realizar tu donación haciendo un deposito en la Cta Cte del Banco Macro (suc. Balvanera): Cta. Cte. 3-329-0941463077-7   CBU: 2850329-330094146307771
  • MercadoPago por código QR:
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