...junto a chicos y "grandes"

Historias de Vida

A los 25 años tuve que venirme de mi país, porque tenía dos niños de 6 y 8 años y no podía alimentarlos. Buenos Aires, según comentarios de familiares y amigos, era una oportunidad para trabajar y enviar dinero para que mis hijos pudieran comer e ir a la escuela ya que el padre de los niños nos había abandonado en varias oportunidades y un día no volvió más.

En Buenos aires tenía una amiga que hacía dos años estaba instalada en una villa y se ofreció alojarme en su casa. Me dieron una cama en el cuarto, el único cuarto, que mi amiga compartía con su esposo y sus dos hijos. Para mí todo era desconocido y eso me angustiaba. Extrañaba a mis hijos. Por las noches pasaba frío porque no tenía frazadas suficientes y entraba viento por todos lados.

Cada mañana me levantaba pensando que iba a encontrar trabajo e iba hacer dinero para enviar a Perú. El primer inconveniente era que no tenía documentos y las familias donde me ofrecía para trabajar con cama adentro me rechazaba porque no tenía documentos argentinos. Mi amiga empezó a pedirme que aporte para los gastos y el marido me aclaró que no podía “vivir de arriba”.

Mi amiga encontró más trabajo y ya no podía encargarse de llevar sus niños a la escuela y retirarlos. Así que tuve suerte: a la limpieza de su casa, hacer la comida para todos, lavar la ropa y planchar, sumé el llevar los niños a la escuela. Y ahí comencé a tener algún ingreso porque otras mamás me encargaron que lleve y traiga sus niños, y me pagaban por eso.

La exigencia en la casa de mi amiga aumentaba y el marido me requería cada día más, a tal punto que un día armó todo para quedarse solo conmigo e intentó abusar de mi. Salí desesperada a la calle con mi bolso, y un vecino, me ofreció ayuda. Estaba angustiada, desesperada, perdida…. Acepté con miedo, pero cuando entré a su casa se me iluminó la cara porque vi estaban su madre y su hermana.

A partir de allí comenzó una nueva historia. Nos enamoramos, fui feliz, me embaracé y tuvimos una niña preciosa. El trabajaba y yo atendía toda la casa, lavaba y planchaba la ropa de todos, limpiaba. Estaba haciendo lo mismo que en lo de mi amiga, pero no me quejaba.

Pero un día comenzaron los reclamos de mi marido que no comprendía que me fuera difícil hacer el amor por estar muy cansada y porque nuestra hijita estaba ahí, junto a nosotros. Y fue así como comenzaron las disputas.

El y su familia comenzaron a maltratarme. Enfermé de los riñones. Mi hijita se puso alérgica. Cualquier roce hacía que su piel se brotara y los medicamentes eran muy caros. El hospital, cuando tenía, me ayudaba con mis remedios y los de la niña, pero cuando no, había que comprarlos. El padre no me daba el dinero y yo no tenía trabajo.

Una vecina me habló de FUNDAMIND. Llegué enferma, sin plata y otra vez desesperada. Me ofrecieron comida y me orientaron. Yo quería que mi hijita ingresara al jardín de FUNDAMIND. A partir de conocer a la organización quería que mi niña ingresara en el jardín, pero no había lugar y era muy pequeña. Igual yo seguía viniendo a buscar comida, a que me ayuden con los medicamentos.

Una tarde no daba más del dolor y fui a FUNDAMIND, casi no podía moverme del dolor de riñones. Pero los dolores iban más allá de los riñones. Pude confesar que tenía dos hijos en Perú y que no podía verlos ni ayudarlos. Había venido a Buenos Aires para ayudarlos y todo se me había ido de las manos. Era febrero, y mi niña aún no estaba en el jardín porque no tenía los dos años. Aun no sé quién fue que lo decidió, pero al día siguiente me dijeron que trajera la niña para admitirla. Me hicieron nuevas entrevistas y mi pequeña empezó en FUNDAMIND. Me derivaron para que hiciera terapia. Pude denunciar al padre de la niña por malos tratos, inicié el trámite de subsidio habitacional y continué yendo al médico por mi problema renal. Cada vez que mi hija y yo necesitamos medicamentos FUNDAMIND nos los dio, nos dio para viajar con tal que mi niña no perdiera el jardín, nos provee alimentos y calzado. Hoy tengo conciencia que mi enfermedad fue producto del miedo de no poder enfrentar la vida sola. Y lo que hizo FUNDAMIND es que no me sienta sola, por eso sé que voy a dejar de estar enferma y voy a poder decir chau enfermedad y hola a mis hijos que esperan en Perú.

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