Pasada la pandemia y en un contexto de fuertes sacudones económicos, sociales y culturales ¿Cómo se está reconfigurando el rol paterno? ¿De qué modo atraviesa a los padres de menos recursos la encrucijada entre el mandato tradicional de proveedor económico y las nuevas tendencias hacia la equidad? Análisis y testimonios que reflejan la complementación como modo de llevar adelante al hogar y la familia.
Joven, inmigrante y aun sin DNI, Juan no puede conseguir ninguna asistencia para mejorar la crianza de su pequeño Hernán. El niño, de dos años, concurre al Centro de Primera Infancia de FUNDAMIND, en el barrio porteño de Balvanera.
Juan trabaja muchas horas de manera informal. Ocupa su día vendiendo y tratando de ganarle la carrera al incesante aumento del costo de vida. Además, es quien se ocupa de seguir el día a día de Hernán en el CPI, ya que su madre también trabaja muchas horas y tiene otro hijo a cargo.
Al vivir en una habitación compartida, solo puede estar con su hijo los miércoles y los fines de semana. Desde FUNDAMIND se lo orienta para solicitar asistencia psicológica y mejorar no sólo la situación del niño, sino también la de él y la de la madre del niño.
“Este tipo de reacciones de los padres varones no se da frecuentemente, por lo tanto deseamos resaltar su actitud y esperamos sea imitada”, señala Marisa Mujica, coordinadora sociocomunitaria de la fundación.
En efecto, hay muchas familias monoparentales, en todos los casos en situación de vulnerabilidad. En general, son más las mujeres solas las que se hacen cargo de los niños, pero hay varones que hacen esfuerzos denodados por subsistir, proveer de ingresos a su familia y, como el caso de Juan, ser el vínculo entre el niño y la institución.
“Hay padres varones que no cumplen con su responsabilidad y otros tantos que sí lo hacen. En general, nuestro trabajo con las familias, en los talleres y diálogos que vamos teniendo, apunta a que exista una complementación, es decir que más allá de los mandatos tradicionales o las tendencias más nuevas, se puedan distribuir de manera lo más equitativa posible las tareas, entendiendo que estamos en un contexto donde a las familias más vulnerables no les alcanza un solo ingreso, ni siquiera el de dos adultos, para sostenerse”, agrega Gerardo Mitre, presidente de FUNDAMIND.
Según estadísticas prepandémicas, los padres trabajan en promedio 43 horas semanales (5 horas más que los varones que no son padres) y el 41% de los padres trabajan más de 45 horas semanales, situación que se conoce como sobreocupación. En cambio, solo el 28% de los que no son padres se encuentran en esta situación.
El 52% tiene un empleo asalariado formal, el 24% trabaja por cuenta propia y el 18% son asalariados informales. Entre quienes no son padres, es mayor la incidencia de la informalidad.
Son cifras elaboradas por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), según el cual “la participación de los varones en el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado desciende cuando son padres y es menor que la participación femenina en estas actividades”.
El 62% de los padres participa en el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras que el 66% de los varones que no son padres lo hace. En cuanto a las mujeres, cerca del 90% participa en estas tareas, independientemente de su tenencia de hijos.
En cuanto al nivel socioeducativo, los números expresan que casi la mitad de los padres (47%) tiene hasta estudios secundarios incompletos. El 36% completó la secundaria o no terminó sus estudios superiores y el 17% tiene terciario/universitario completo o más.
Estas cifras -basadas en la Encuesta Permanente de Hogares (Indec)- agregan que 13% de los jóvenes de 15 a 29 años son padres. A diferencia de la paternidad general, 65% de los padres jóvenes se encuentran concentrados en los dos quintiles de menores ingreso.
Cippec agrega que “las tareas de cuidado están desigualmente distribuidas entre los géneros, a partir de la asociación tradicional de lo femenino con lo maternal y la crianza, y de lo masculino con el trabajo (remunerado), la producción y la generación de riqueza”.
En este momento, ese centro de investigación está apoyando un proyecto de ley para aumentar los días de licencia por paternidad. Nuestro país, advierten, no sólo tiene las licencias por paternidad más cortas de Sudamérica (apenas 2 días consecutivos), sino que además sólo la mitad de sus trabajadores/as puede acceder: monotributistas, autonómos/as, independientes e informales están excluidos/as de este derecho.
La propuesta es extender los días de licencia a 126 para todas las personas, sin importar su género ni situación laboral. “Extender las licencias a 30 días a todos los papás costaría un 0.08% del PBI en 2023”, grafican.
Posiblemente, la situación socioeconómica se agravó durante la pandemia y, en el actual contexto de incremento de precios en general, se suman la falta de acceso a la vivienda y un mercado laboral precarizado.
Hay muchos trabajos vinculados a la economía de subsistencia que son realizados mayoritariamente por varones, incluso niños. Tareas que realizan todo el día y hace imposible que lleven adelante tareas domésticas. Se necesitan mejores condiciones para que todas las familias puedan redistribuir las tareas de manera equitativa y en un futuro padres y madres puedan no solamente criar en igualdad a sus hijos sino también disfrutar de esa crianza.
El impacto de la pandemia fue analizado por el investigador del Conicet Daniel Jones, quien es también doctor en Ciencias Sociales y profesor de Teoría de Género en FSOC/UBA: “Nuestras formas de relacionarnos cambiaron y, al menos por un tiempo más, no regresaremos a las de ese pasado reciente”, escribió en un artículo titulado “¿QUÉ APRENDEMOS LOS VARONES PADRES?”
“Las medidas de aislamiento impactaron desde el primer momento y en términos muy concretos en las condiciones para el ejercicio de la paternidad y de la maternidad. Al priorizarse en general la permanencia en la casa materna, los padres varones -sobre todo- estuvieron varias semanas sin encontrarse ni convivir con sus hijxs, pues el decreto no contemplaba la situación de aquellxs menores de edad que tuvieran más de un ‘centro de vida’”.
Jones agrega que “este panorama refleja la coexistencia entre un modelo de masculinidad tradicional, según el cual el padre (varón) debía ser no sólo económicamente proveedor sino también emocionalmente estable (cuando no, algo distante de sus hijxs), y una serie de cuestionamientos y prácticas alternativas que han ganado espacio, al menos, entre las clases medias urbanas”.
“El adulto que lleva adelante la familia monoparental tendría que lograr la tranquilidad de ejercer su rol con naturalidad, ya sea como madre o como padre. Se escucha mucho de eso de ser madre y padre en una sola persona. Pero son roles en un punto antagónicos, que cumplen distintas funciones y complementarios», explicó la psicóloga y especialista en crianza Marisa Russomando.
Consultada por el canal A24, señaló que “naturalmente los niños o niñas criados en ese hogar monoparental busca un referente del rol ausente dentro de sus círculos afectivos cercanos. Por eso sería bueno que esa mamá o ese papá ejerza con tranquilidad esa función”.
También consideró que “la pandemia no colaboró en las relaciones. Por el contrario, puso blanco sobre negro las cuestiones de roles y las cargas de tareas diarias en el hogar”. En la Ciudad de Buenos Aires, 4.480 parejas disolvieron su vínculo conyugal en 2020, según datos del Ministerio de Gobierno porteño por medio del Registro Civil y Capacidad de las Personas.
UN PADRE QUE CRÍA SOLO
Además de la historia de Juan, en FUNDAMIND queremos poner como ejemplo de paternidad a Héctor, que vive con su hijo de dos años en la zona este del Gran Buenos Aires y todos los días lo trae y lo viene a buscar al CPI.
Héctor cumple con lo que solicitan las docentes para la atención de Jorgito, concurre a los talleres y lleva al niño al pediatra toda vez que se enferma y ara controles.
El niño en algunas ocasiones se manifestó disperso, las docentes se lo comunicaron al padre y le pidieron que para aumentar el nivel de atención tratara de contarle cuentos para –además- estimular el lenguaje del su hijito.
Está claro que Héctor –aunque vive solo son su hijo- puede cumplir amorosamente su rol paterno, porque en el CPI vemos el desarrollo de su hijito, quien día a día aprende las enseñanzas de las docentes.
UN PADRE DE CORAZÓN
Camilo no pudo tener hijos biológicos. Formó pareja dos veces con mujeres que tenían hijos y convivió con ellos desarrollando un afecto profundo. Siempre ayudó a sus parejas colaborando económicamente para cubrir las necesidades de los niños y compartiendo salidas y reuniones familiares que todos disfrutaban.
No se casó, no fue padre biológico, pero cumplió un importante rol protector y los hijos de sus parejas lo llamaron y llaman papá.
Actualmente, además de padre, alcanzó el título de abuelo porque la hija de su primer pareja tuvo una niña, a quien Camilo se refiere como la “alegría de vivir”.