El 65 por ciento de los niños y niñas están bajo la línea de pobreza. Dos de cada diez sufren indigencia. La AUH es el único programa que aumentó en términos reales, pero las organizaciones comunitarias de la primera infancia cada vez tienen menos herramientas.
El panorama de la infancia en nuestro país prácticamente no ha cambiado en los últimos doce meses. Los indicadores más dolorosos -pobreza e indigencia- se mantienen escandalosamente altos y, si no fuera por algunos programas de asistencia social, serían aún peores.
Datos recientes publicados por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA reflejan que el 65% de los niños está en situación de pobreza y el 19%, en la indigencia. Esa tasa es superior a la media nacional, que se ubica en un 50%.
Es decir, el flagelo de la pobreza afecta a la mitad de la población, pero mayormente a la infancia.
El informe también señala que el 36,3% de los hogares urbanos recibe asistencia económica estatal. Sin estos programas, la pobreza alcanzaría al 55,4% y la indigencia al 23,2% de los hogares.
Uno de esos recursos es la Asignación Universal por Hijo, uno de los pocos que aumentó en términos reales (cerca de un 30 por ciento interanual en septiembre). La AUH “se fortaleció a la par del recorte de la Tarjeta Alimentar. Muchas familias dependen de ambos que, recordemos, en conjunto no llegan a cubrir la línea de indigencia”, señaló el centro de investigación Fundar.
“La ayuda oficial no alcanza”
Además de estas asistencias directas a las familias, hay otras formas de atender la urgencia de la infancia más necesitada. No se trata de estas ayudas intermediadas por organizaciones políticas, que la administración nacional buscó sacar del juego, sino de ong y fundaciones que mantienen centros y espacios de primera infancia, por ejemplo, en convenio con gobiernos de distintas jurisdicciones.
FUNDAMIND, por ejemplo, atiende desde 1990 a chicos y sus familias en situación de vulnerabilidad. Desde hace casi una década gestiona un Centro de Primera Infancia (CPI) en el barrio porteño de Balvanera, al que asisten 200 niños y niñas de 1 y 3 años quienes reciben allí alimentación y cuidados en doble jornada.
Hay que tener en cuenta que -si bien no hay cifras oficiales- miles de familias no consiguen vacantes en jardines de infantes del sistema público. Por otro lado, una gran parte de esas familias son monoparentales, con mujeres solas a cargo de sus hijos, sin trabajo formal y en condiciones habitacionales precarias.
Para las familias vulnerables y de bajos ingresos, los Centros de Primera Infancia son la única oportunidad de darles educación de calidad a sus hijos desde los primeros años y tener tiempo para poder trabajar y ¨generar ingresos para subsistir¨.
Sin embargo, los fondos que reciben los CPI son insuficientes para abordar los múltiples compromisos (alquiler de la sede, sueldos del personal y profesionales, servicios, mantenimiento, entre otros). Debido a esta restricción presupuestaria, una docente de nivel inicial en un CPI no tiene el mismo salario que una colega que trabaja en un establecimiento de gestión estatal o privada del Ministerio de Educación de la Ciudad, lo cual dificulta la retención del personal calificado dentro de los CPIs de CABA.
No obstante, aun con estas restricciones presupuestarias de parte del Programa CPI dependiente del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del GCBA a cargo de Gabriel Mraida, es el programa que mas inversión realiza en la Primera Infancia, ya que si lo comparamos con el programa de la SENAF dependiente del Ministerio de Capital Humano de Nación a cargo de Sandra Pettovello, la diferencia es abismal con una beca que oscila en este último ámbito en los 3600 pesos por chico (casi el 3% del valor de la beca que otorgan en CABA el programa CPI), que no ha sido actualizada y que ademas dicho programa se encuentra sin girar los fondos desde que asumió la nueva gestión de la ministra Petovello.
Sin conocer los presupuestos que se destinarán a la Primera Infancia, la incertidumbre avanza de cara al 2025 y las ONGs y organizaciones sociales cierran el presente año, con mucho esfuerzo, voluntariado y compromiso que hace que a pesar de las restricciones existentes, los niños más vulnerables puedan educarse, jugar en libertad, tener 3 comidas diarias y socializarse.
Un recorrido por temas clave de la infancia
Entre otras problemáticas relevadas a lo largo de 2024, se puso en foco en las deficiencias vinculadas al hábitat y el entorno ambiental en que crecen los niños y niñas.
“La gente alquila o vive de prestado y cuando no consigue ninguna de las dos cosas, el destino es la calle”, advirtió la directora sociocomunitaria de FUNDAMIND, Marisa Mujica.
“El ambiente en el que vivimos y compartimos tiene las dificultades que genera el hacinamiento, la falta de ventilación e higiene adecuadas, la ausencia de confort, inherentes a la categoría de pobres a la que pertenecemos.”
Otra cuestión relevante tiene que ver con la decreciente cantidad de familias que se inscriben para adoptar, sobre todo a niños más grandes o a aquellos que tienen alguna discapacidad.
“Está en nuestra responsabilidad revertir esta situación. Hay muchos chicos, sobre todo mayores de 8 años e incluso adolescentes, que están esperando ser parte de una familia y vivir en un hogar con esa familia”, subrayó Germán Onco, presidente del Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de CABA.
La soledad y el desamparo también puede afectar a niños que viven en un hogar con sus padres, por caso. La adicción a los dispositivos digitales y, puntualmente, la ludopatía desde temprana edad, con el riesgo de caer en estafas, grooming o ciberacoso, es un flagelo creciente.
Muchos chicos y chicas afrontan solos, encerrados con su móvil o su computadora, esta problemática. En nuestro país, el suicido es actualmente la segunda causa de muerte en los adolescentes.
Finalmente, el 2024 tuvo un rostro trágico para la infancia con la desaparición de Loan Peña, el 13 de junio en una zona rural de la provincia de Corrientes. Seis meses después, el año cierra sin novedades claras de qué pasó con el pequeño de 5 años.
Si bien existen múltiples hipótesis, el hecho despertó la problemática de la trata y la explotación de menores de edad. Volvió a quedar sobre la mesa una cifra alarmante: uno de cada tres víctimas de trata es menor de edad.