En el mundo, 50 millones de chicos viven lejos de su lugar de origen. Más de un millón salieron de Venezuela . Argentina es uno de los principales destinos. Cómo se las arreglan las familias que llegan sin nada. El rol de las organizaciones para que se cumplan los derechos de los más pequeños.
Padres, hermanos, tías, primos, abuelos y abuelas, a miles de kilómetros. Y condiciones de vida no mucho mejores que las que dejaron atrás. Es la situación de muchos niños de familias migrantes que viven en nuestro país, adonde llegar generalmente con sus madres en busca de un mejor futuro.
En el mundo, son nada menos de que 50 millones los chicos que viven lejos de su lugar de origen. Más de la mitad debieron escapar de situaciones de conflicto. Entre 2005 y 2015, el número de niños refugiados se duplicó, mientras que el de niños migrantes aumentó un 21 por ciento.
“Los niños refugiados y migrantes hacen frente de forma desproporcionada a la pobreza y la exclusión en un momento en que necesitan urgentemente servicios y protección esenciales”, advirtió Unicef en un informe titulado Desarraigados, que permitió recoger cifras y propuestas sobre este drama.
Argentina tiene hoy más de 2 millones de migrantes y es el país de la región con mayor cantidad de población de origen extranjero. En nuestro país, las historias de familias desgarradas por la inmigración pueden contarse desde hace más de un siglo, cuando llegaban los barcos de Europa.
Muchos de sus integrantes eran menores de edad que eran separados de sus pares y debían sobrevivir a largas travesías antes de asentarse en una tierra completamente nueva.
Luego, las migraciones internas desde distintos lugares del Interior hacia las grande metrópoli y, más acá en el tiempo, la llegada de personas procedentes de países limítrofes que en su gran mayoría debieron soportar condiciones habitacionales precarias en la periferia de las ciudades.
Ahora mismo, el exilio de miles de venezolanos que buscan aquí una salida a la severa crisis que atraviesa su país y tratan de encontrarla aún en la precarización laboral que ofrecen las nuevas modalidades del trabajo.
En el caso de Venezuela, se estima que más de un millón de chicos se han visto desplazados y necesitarán protección y acceso a los servicios básicos en toda la región de América Latina y el Caribe.
Uno de esos niños es Benito. Tiene apenas dos años y concurre al Centro de Primera Infancia de Fundamind, en el barrio de Balvanera. Es en la comuna 3, donde la mayor parte de la población es migrante, según las estadísticas oficiales de la Ciudad.
En mayo, el padre de él compró pasajes para que viniera con su madre a Buenos Aires, dado que en Venezuela no tiene como mantenerlos. Acá apenas logran subsistir.
Comparten una casa con compatriotas, donde en la habitación apenas entran dos camas y no hay lugar para una cuna.
Ella, licenciada en Recursos Humanos, sale todos los días a repartir currículums. Mientras tanto, Benito come, juega y se educa en el CPI de Fundamind. En las primeras semanas en Buenos Aires, apenas se alimentaba.
“En la casa sólo tenían té y pan, no cenaban. Acá encontraron un buen refugio, ya que se les brinda jornada completa para la educación del niño y alimentos, incluso para el fin de semana”, comenta Marisa Mujica, coordinadora del Área Sociocomunitaria de Fundamind.
Ella participa de talleres con otros adultos responsables de los niños que van al CPI. Allí comenta las dificultades que atraviesa para vivir en la Argentina, donde al menos tiene la posibilidad que su hijo empiece a transitar la educación inicial.
“Hay muchas madres que vienen desde muy lejos, solas con sus hijos o hijas, y tienen que arreglárselas para conseguir un trabajo, después una vivienda digna. Es muy difícil para muchas que son de acá, imaginate las que vienen de países limítrofes o ahora de Venezuela. Si vienen con nenes chiquitos acá al menos le aseguramos educación y comida”, señala Mujica.
En toda la ciudad, el 38% de los residentes son migrantes. Alrededor del 6% son menores de 14 años, pero ese porcentaje se duplica en algunas comunas, entre ellas la 3, que comprende a Balvanera y San Cristóbal. En estos barrios la población no nativa supera el 50 por ciento. El 34% nació en otra provincia y el 18,7%, en otro país
Muchos de las familias migrantes, ante las dificultades para conseguir una vivienda, habitan en villas, inquilinatos, hoteles, pensiones y casas tomadas ganan peso los originarios de otra provincia del país
Existe un programa, BA Migrante, se propone desplegar distintas estrategias para abordar la problemática y fomentar mejores procesos de inclusión en la sociedad porteña.
Además, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Dirección Nacional de Migraciones presentaron acordaron este año que a través del sitio de la Ciudad los extranjeros que vivan en el país podrán obtener detalles sobre su residencia con el fin de promover la regulación documentaria.
Estas personas podrán acceder también a todos los servicios que como salud, educación, patrocinio jurídico, derecho a voto y cursos de formación profesional, entre otros.
A nivel nacional, desde febrero está vigente la disposición 520/19 por medio de la cual la Dirección Nacional de Migraciones busca facilitar el ingreso de personas venezolanas y regularizar su situación migratoria.
En este marco, está autorizado el ingreso de niñas y niños menores de 9 años a partir de la sola presentación de la partida de nacimiento, únicamente en fronteras terrestres y acompañados de uno o ambos progenitores.
Entre tanto, desde una óptica federal, algunas voces comenzaron a alertar sobre los problemas que genera la llegada masiva de inmigrantes a la Capital Federal. “Proyectando a diez años, Buenos Aires va a explotar”, expresó el director Nacional de Migraciones, Horacio García, quien sugirió direccionar la migración hacia otras las provincias.
Sólo en 2018 llegaron más de 130 mil ciudadanos desde Venezuela, desde donde se espera el arribo de otros 100 mil este año. La mayoría se queda en el área metropolitana, con la expectativa de que haya más oportunidades laborales, pero las condiciones de vida pueden no ser mucho mejores que en su propia tierra natal.
“Se necesita un mayor esfuerzo colectivo por parte de los gobiernos, las comunidades y el sector privado”
Unicef alertó especialmente que niños y niñas no acompañados y separados de sus familias, las mujeres embarazadas, las madres lactantes y las comunidades indígenas, se encuentran en una situación de mayor riesgo.
La condición de migrante, en el caso de la infancia, no debería suponer un obstáculo para poder acceder a servicios esenciales.
Sin embargo, para Unicef, “se necesita un mayor esfuerzo colectivo por parte de los gobiernos, las comunidades y el sector privado para proporcionar a estos niños educación, salud, refugio, nutrición, agua y saneamiento y acceso a ayuda jurídica y psicosocial”.
El organismo de Naciones Unidas hizo un llamamiento, además, a gobiernos y organizaciones de la sociedad civil para prevenir actos de xenofobia y discriminación.
El diagnóstico coincide con el del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que apunta a las obligaciones de los Estados respecto de la Convención Internacional sobre los Derechos de la Niñez.
El disfrute de esos derechos corresponde a todos los niños y adolescentes dentro del territorio nacional, independientemente de su procedencia. Más aún, incluyen a aquellos solicitantes de asilo, refugiados, migrantes y víctimas de trata de personas o tráfico ilícito de migrantes.
Algunos de los riesgos de la población infantil migrante tiene que ver con la indocumentación u situación irregular. Acnur reconoce que están “expuestos a que se les limite o impida el acceso a la educación y a los servicios de cuidado de la salud”.
El país debe generar un marco de protección en el que el ser niño prime sobre el hecho de ser migrante y debe construir un marco regulatorio de la migración acorde a este principio.
Según UNICEF, los niños migrantes:
- Deben sentirse protegidos contra la violencia y la explotación.
- Deben poder permanecer con su familia.
- No deberían tener que faltar a la escuela o no poder ir al médico.
- No deberían temer a la xenofobia o la discriminación.
- Deben poder sentirse en casa, dondequiera que se encuentren.
Además, propone a los gobiernos una serie de 6 acciones para proteger a los niños en tránsito contra la violencia, el abuso y la explotación:
- Poner fin a la detención de niños migrantes.
- Mantener unidas a las familias y reconocer a los niños un estatus jurídico.
- Mantener escolarizados a todos los niños refugiados, migrantes y desplazados internos.
- Facilitarles el acceso a una atención de la salud de calidad y a otros servicios.
- Abordar las causas fundamentales del desarraigo de los niños de sus hogares.
- Promover medidas para combatir la xenofobia y la marginación.