Enfermeras, mucamas, vendedoras ambulantes, vendedoras por internet, inquilinas, inmigrantes, contagiadas, parturientas. En FUNDAMIND la mitad de las familias están compuestas por mujeres e hijos, que sobreviven como pueden en medio de la pandemia. La asistencia del Estado y de las organizaciones sociales es fundamental.
Esta vez, Denise pide dos bolsas de alimentos, en vez de una. Madre de tres niños, dos de los cuales se educan en el centro de primera infancia (CPI) de FUNDAMIND, dice que la segunda bolsa no es para ella, sino para Victoria.
Victoria es madre de una nena, que también concurre al CPI. Se contagió el coronavirus en un hospital donde trabaja de enfermera. Está con fiebre, aislada en la habitación donde vive sola con su hija.
Ninguna tiene familiares cerca. Denise llegó de un país de limítrofe hace dos años y todavía no pudo regularizar su situación legal. Se sostiene con actividades informales, y de la ayuda alimentaria y apoyo social que les brinda FUNDAMIND.
Durante el aislamiento, esta organización entregó 7400 bolsones equivalentes a 130 toneladas de alimentos a más de 300 familias. Alrededor de 150 son monoparentales. En otras palabras, hogares con niños sostenidos casi exclusivamente por la madre. Si bien muchas cobran Asignación Universal por Hijo o el IFE, no alcanza.
En ese sentido, señala Marisa Mujica, coordinadora del área sociocomunitaria de FUNDAMIND que “las mujeres se hacen cargo de la economía y afrontan el estallido emocional que produjo el reinado de ¨la peste¨.
Algunas se infectaron por COVID y estuvieron aisladas en hoteles o en sus domicilios con sus hijos, otras fueron internadas con ellos para transitar la enfermedad y hubo quienes debieron internarse solas ante el elevado grado de los síntomas que las afectaron. La mayoría se infectaron por salir a trabajar sin tener las condiciones de asepsia aseguradas o por no poder sostener permanentemente los cuidados”.
Son mujeres que se dedican, en general, a trabajos informales como venta ambulante, limpieza en casas, peluquería a domicilio o confección textil por su cuenta. Otras son enfermeras, mucamas en hoteles o meseras.
“Las mamás que se desempeñan en salud temieron infectarse y transmitirlo a sus hijos. Pero decidieron cumplir con su trabajo esencial, superaron el miedo y enfrentaron las circunstancias humanas más dolorosas. Las que trabajan en la venta ambulante fueron detenidas, permaneciendo ocho horas por averiguación de antecedentes. Mejor posicionadas están las que pudieron conservar el servicio de internet y arremetieron con las ventas on-line obteniendo algunos ingresos. Otras madres se les abrieron nuevas puertas en hospitales que las contrataron para limpieza los fines de semana y feriados, describe Marisa.” A todo eso se suman las tareas domésticas y en todos los casos deben recurrir a la ayuda de familiares y amigos, para poder hacer frente a los múltiples desafíos y responsabilidades.
Pero el contexto, lejos de favorecerlas, empeora. Según las cifras informadas por el Indec días atrás, el 56,3% de los menores de 14 años vive en hogares que no cubren la canasta básica. Hace un año, eran el 52,6%. Más del 15% subsiste en la indigencia absoluta.
La comuna 3, donde vive la mayoría de las familias asistidas por FUNDAMIND, es una de las que porta índices más altos de déficit habitacional en la Ciudad. En lo que va de la pandemia, muchas madres solas sufrieron el hostigamiento de los propietarios de la pieza o del pequeño departamento donde viven. A algunas les cortaron luz y agua. A otras les robaron el televisor, la computadora o la tablet que tenían para hacer la tarea con los chicos.
“Las que no pudieron pagar el alquiler y siguen viviendo sin pagar, agradecen a la ley y la buena voluntad -que no sabe hasta cuándo va a durar- del dueño de la casa. Las que no pagan y son acosadas por los propietarios, se mantienen firmes en la vivienda porque no se van a ir a la calle con los chicos”, cuenta Marisa Mujica de FUNDAMIND.
Pero toda esa creatividad no cubre las necesidades básicas, que la pandemia vino a acentuar.
No obstante, la solidaridad desarrollada alivia la crisis, la diversidad de lo creativo va venciendo obstáculos, el amor a los hijos impulsa a vivir y la fe motiva a seguir con fuerzas. Antes de irse con el bolsón para su familia y con el que va a llevarle a la puerta a Victoria, Denise nos dice: “Le pido a Dios por mi salud porque a mí me toca ser padre y madre de mis hijos.”
Tendencia
En líneas generales, la tendencia es que cada vez hay más madres solteras. En efecto, según el Cippec, entre 1986 y 2018 el hogar monoparental encabezado por mujeres aumentó del 12 al 19 por ciento. Simultáneamente, las familias integradas por madre, padre e hijos disminuyeron de un 47 a un 35 por ciento. Pero en los sectores más desfavorecidos la tendencia se acentúa: los del primer tipo pasaron del 14 al 31 por ciento, mientras que los de familias tradicionales bajaron del 60 al 45 por ciento.
Entretanto, de acuerdo con un estudio de la empresa Equifax, las madres jefas de hogar tienen un ingreso promedio mensual de 17 mil pesos, casi la mitad del de los varones en la misma condición. A ellas se les suma otro problema: las deudas contraídas, en algunos casos, triplican el ingreso.