En FUNDAMIND planificamos el día a día para obtener los mejores resultados. Las dificultades para conseguir recursos para atender la educación y la salud, el impacto de la pandemia y la violencia, atraviesan la vida de muchas mujeres que cargan con la mayor parte de los trabajos de cuidado.
En plena pandemia, Marcela perdió el trabajo, se separó y, junto con su hija de tres años, tuvo que irse a vivir con su madre a Berazategui. Desde entonces sigue desempleada, lo que recibe del padre de la nena no le alcanza y, por la distancia, no pudo volver a llevarla al Centro de Primera Infancia de FUNDAMIND, ubicado en el barrio porteño de Once.
Para no perder el vínculo con el establecimiento educativo, siguió retirando los cuadernillos que las maestras prepararon para trabajar durante el aislamiento con aquellas familias que no tenían conectividad.
Pero su necesidad de trabajar, derivada de la asfixia económica, sumada a la necesidad de mantener la asistencia de su hija al CPI, le llevó a una decisión difícil: ahora la nena vive con el padre y solo comparte con ella los fines de semana.
“No me quedó otra”, explica, llorosa, Marcela. Aun no encuentra un trabajo que le permita pagar un alquiler, aunque sea en casa compartida, para poder estar con su hijita y llevarla ella al jardín. FUNDAMIND seguirá ayudándola con los alimentos y con la educación de su hija.
Según datos del Cippec, 4 de cada 10 madres viven en situación de pobreza, el 23% se convirtió en madre siendo adolescente y el 39% tiene el secundario incompleto, lo que repercute en los chicos, constituyendo un proceso de transferencia intergeneracional de la pobreza que se revela en la cifra de casi 6 millones de menores de 14 años (más de la mitad) en esa situación.
Joanna tiene dos niños con dificultades en el desarrollo. FUNDAMIND la orientó para que el mayor pudiera obtener tratamiento en una escuela de educación especial. Ahora está tratando que la pediatra derive al más chico a algún tratamiento que le permita mejorar en la conducta, la alimentación y el lenguaje.
“La ayuda que me dan es fundamental. Me siento contenida y apoyada. Gracias a las docentes y las coordinadoras del CPI de FUNDAMIND pude tomar la decisión de denunciar al padre de mis hijos por la violencia que ejercía sobre mí”.
La violencia intrafamiliar, sufrida mayormente por mujeres, es otro factor que profundiza la angustia y las dificultades para llevar adelante una maternidad feliz. Nuevamente, la resiliencia de las madres y la ayuda externa pueden ayudar a ver un camino de salida.
En el caso de Joanna, su pareja violenta tiene orden de restricción pero dejó de pasarle dinero para los hijos de ambos. Durante ese tiempo, ella sale a vender productos a la calle y trata de ahorrar algo para buscar una vivienda más adecuada donde vivir don sus hijos.
“Al encargado los ruidos le molestan. Quiere que nos vayamos. El dueño del departamento también. Tengo deudas pero trato de mantenerme. No sé hasta cuándo…”
En FUNDAMIND reciben una vianda y además se la escucha, se le da contención -a ella y a sus hijos- y sus niños son educados, alimentados y cuidados todos los días junto a otros 200 niños de 45 días a 3 años.
“Las mamás cuyos niños necesitan tratamientos complementarios para lograr un desarrollo saludable corren desde la casa a los lugares de trabajo, previo paso por el jardín y la escuela para dejar a sus hijos. Corren porque, si no, no llegan a cumplir con el itinerario del viaje cotidiano que parte de la casa, pasan por hospitales, centros de atención especial, jardín, escuelas, trabajos y vuelven a casa con todos los chicos, para preparar merienda o cena. Luego ordenar, lavar la ropa y ayudar a sus hijos a completar sus tareas escolares. Esta es una dinámica que asume día a día cada madre, por amor y la convicción de que la vida continúa y se proyecta en sus hijos”, asegura Marisa Mujica, psicóloga y coordinadora del área socio-comunitaria de la Fundación.
En nuestro país, el 70% del total de trabajo de cuidado no remunerado lo realizan mujeres y, “en tiempos de COVID-19, se incrementó la demanda de cuidados, algo que impacta de manera directa en la organización de las familias y en el tiempo de las mujeres”, subraya el informe de Cippec.
Marisa considera que “la fuerza vital de las mujeres es arrolladora y hace que engendren vida. Es un continuo que permite la existencia del ser humano. Y con la llegada de un nuevo ser humano las mujeres experimentan el más grande deslumbramiento amoroso que las potencia para atravesar, sin renuncias, tiempos tan dolorosos como los de una pandemia”, reflexiona Marisa.
En FUNDAMIND, “aprendiendo y amando como las madres, planificamos el día a día para obtener los mejores resultados al ver crecer a los niños con alegría. La persistencia que ellas tienen en la búsqueda de recursos y la creatividad que muestran les permiten armar un día de vida para la familia, el siguiente y los que se suceden, logrando lo necesario para comer, pagar alquiler, acudir al médico y sobrevivir.”
Un informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) indica que el 60% de las mujeres que fueron madres en la adolescencia y el 55% de las madres de 3 o más hijos de hasta 17 años interrumpieron su trayectoria escolar antes de finalizar la secundaria. En contraste, más de la mitad de las mujeres que fueron madres después de cumplidos los 30 años accedieron a estudios de nivel superior.
Otros datos incluidos en el estudio señalan que el 16% de las mujeres jóvenes y adultas sin hijas vive en condición de pobreza, mientras que ya siendo madres esta proporción trepa al 39%, y si no completaron el tramo de escolarización obligatorio, al 60%.
El 30% de las madres no convive con el padre de sus hijos y, de ellas, una cifra similar no tiene ningún apoyo de otro adulto y sólo una de cada cuatro cuenta con los ingresos de la cuota alimentaria.
Por otro lado, la probabilidad de que las mujeres trabajen en forma remunerada disminuye abruptamente al ser madres en tanto para los varones se invierte: es más probable que trabajen de manera remunerada si son padres (98%) que si no lo son (90%).
En términos conceptuales, “la probabilidad de que las madres que conviven con niños y niñas en edad escolar accedan al trabajo decente -definido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como un trabajo que garantiza derechos laborales mediante el acceso a la protección social y la justa remuneración en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana- es menos de la mitad que la de los padres varones, brecha que se amplía al desagregar los datos por nivel educativo”.
Implementación de licencias universales, que incluyan a trabajadoresindependientes y en la informalidad, que se adapten a los diversos formatos familiares y que promuevan la corresponsabilidad, además de la provisión de espacios de cuidado, enseñanza y crianza de calidad son algunas de las cuestiones pendientes.
“TAMBIEN HAY PADRES QUE DAN A LUZ”
Mientras hacía su trabajo de recolección de basura en los camiones municipales, Pedro advirtió que dentro de una de las bolsas había movimiento y emergía un sonido. Fue entonces que rompió esa bolsa y encontró que había una beba con el cordón umbilical, a horas de haber nacido. Inmediatamente cruzó corriendo con ella a la comisaría más cercana y, en un patrullero, los llevaron al hospital Argerich, adonde fue a verla durante 45 días.
Al mismo tiempo comenzó -junto con su esposa y madre de sus dos hijos biológicos- el trámite de adopción. Finalizado unos años después, la beba se convirtió en su hija. Hoy tiene veintidós años y él siente que al romper esa bolsa “dio a luz”. Está orgulloso de haber tomado esa decisión que salvó la vida de una beba recién nacida. “Desde el primer momento, la sentí como mi hija. Como las mujeres rompen bolsa antes de parir, yo viví algo parecido”.
Sin recursos para hacer el trámite de adopción, recibió ayuda del sindicato al que pertenece. La difusión en medios de comunicación, más los cuidados vitales que le dieron a la niña en el hospital las primeras semanas, redondeó una historia de solidaridad y amor que hoy Pedro comparte con FUNDAMIND.
“Ahora trabajo en barrido y paso por la puerta de FUNDAMIND y veo todo lo bueno que hacen. Además, siempre que alguien me da ropa o comida, junto y llevo a lugares donde se necesita. Creo en ser solidario y en dar sin esperar recibir.”