Pedrito fue incorporado al Centro Materno-Infantil de FUNDAMIND a los 2 años y 5 meses y no hablaba.
Cuando la mamá solicitó su ingreso mencionó que Pedrito “casi no hablaba”.
Observando a Pedrito, lo primero que dijeron las docentes fue: Pedrito no habla! Pero también registraron que caminaba lento, se chocaba con los objetos y permanecía siempre abstraído.
Cada profesional intentó un diagnóstico de acuerdo a sus conocimientos y experiencias. Le recomendamos una visita al médico, tener una consulta psicológica y mantuvimos un diálogo cotidiano con los padres cuando trajeran o retiraran a Pedrito del Centro Maternal.
La visita al médico dio como resultado que el niño era apto para ingresar en el Centro Maternal, tal como decía el certificado que había aportado su mamá. La entrevista psicológica indicó un profundo miedo y desorganización mayor que lo esperado a su edad.
En las entrevistas con la mamá pudimos comenzar a acercarnos a su historia.
“Una aventura diaria para vivir”
Pedrito tiene 5 hermanos de distintas edades que van de los 6 meses a los 13 años.
Cuando él nació la familia vivía en una casa tomada donde alquilaban una habitación que- por supuesto- resultaba chica para la cantidad de personas que componen la familia. Comían sobre la cama grande porque no tenían mesas ni sillas. Pedrito usaba escupidera e intentaba el control de esfínteres al mismo tiempo que sus hermanos tomaban la merienda y hacían los deberes mientras la madre (Aída) continuaba con su jornada laboral – había comenzado a las 8 de la mañana limpiando casas de familias-.
Al regreso, Aída trataba de ordenar, pero era en vano. La ropa sucia se mezclaba con la que había sacado limpia de la soga y esperaba ser usada en cualquier momento por alguno de los hermanos de Pedrito o por Pedrito mismo, según quien se vistiera primero. Las zapatillas estaban tiradas y era difícil encontrarlas a la hora de ir a la escuela, con lo cual también perdían tiempo y –normalmente- acumulaban “llegadas tarde”.
Aída pretendía relajarse y hablar con su marido acerca de encontrar otro lugar para vivir, ver cómo hacía para aumentar sus ingresos. Pero cuando trataba de entablar un diálogo, Agustín, su marido (padre de los dos últimos niños) se “rayaba” e insultaba tratando de inútiles a todos los niños (especialmente a los mayores que no eran sus hijos), responsabilizándolos del desorden y la mugre en la que vivían.
Todo esto no hubiese sido tan grave, si no hubiese llegado el “desalojo judicial” de la casa tomada.
Tuvieron que tomar la cama y la cómoda y guardarlos en “FUNDAMIND” junto a las bolsas con ropa y frazadas.
Todos fueron a parar a un parador municipal.
Fue en ese momento que Pedrito ingresó al Centro Maternal de FUNDAMIND con la consigna de “hacer la adaptación” junto a su madre para que el niño confiara en las docentes y vaya adquiriendo seguridad.
Las docentes se deshicieron y rehicieron –cotidianamente- tratando que Pedrito hablara, “no se hiciera encima”, comiera y participara de los juegos infantiles.
Mientras tanto, Aída permanecía en el patio llorando sin muecas ni sonidos.
Desde el parador no podía acudir a sus trabajos.
La trabajadora social de FUNDAMIND intervino con rapidez y eficacia: El almuerzo no sería una preocupación para Aída, fue aceptada en nuestro comedor comunitario portando a su bebé y su hija mayor -que ya asiste al secundario y no tiene almuerzo en la escuela-. FUNDAMIND les proveyó viandas para la cena. El parador fue abandonado en el término de una semana, ya que en FUNDAMIND se ayudó a la señora a tramitar el subsidio habitacional del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Aída fue recuperando sus trabajos de “doméstica con bebé incluido”. Al regresar continuaba tratando de organizar: la ropa, la cena, el desayuno del día siguiente y las mochilas para la escuela.
La familia recuperó el orden “desordenado” que había perdido en la semana que estuvieron en el parador.
Aída miraba ese desorden con amor y se callaba cuando llegaba su marido. No reclamaba, no insistía con estar mejor. Sólo miraba los deberes de sus hijos y la paz de las peleas fraternas reinaba en la familia.
Hoy todo continúa igual: la habitación (que ahora es de un hotel), el desorden, las peleas entre hermanos….. Sólo hay una diferencia: Pedrito también pelea, pide, grita y reclama; pero en el medio de sus solicitudes aparece siempre un POR FAVOR, cuando lo satisfacen en sus demandas dice: GRACIAS y también exige el mismo trato. Estas irrupciones -tan educadas- de Pedrito, provocan la risa y la ternura de sus hermanos mayores. El clima belicoso se distiende, los niños cuentan a Aída -cuando regresa para hacer la cena- lo gracioso de la media lengua en la que se expresa el chiquito y ella les contesta: es lo mismo que les causa gracia a las seños de FUNDAMIND.
Media palabra, una palabra o dos -más un empujoncito a tiempo- logran la felicidad de los que, teniendo muy poco, agradecen con honestidad y sinceridad el crecimiento de sus hijos.