El 17 por ciento de los chicos sufre déficit alimentario, en un país donde se podría alimentar a diez veces su población pero se desperdician alimentos diariamente. Cuatro de cada diez son asistidos por el Estado y organizaciones de la sociedad civil. La desnutrición pero también la malnutrición y la sobrenutrición, con las enfermedades que generan, son las caras de la crisis en los sectores más vulnerables.
Hace sólo unos días el portal global BBC nos inquietaba con la pregunta: “¿Por qué hay hambre en Argentina si se produce comida para 440 millones de personas?” Por si no queda clara, la cifra es 10 veces la población de todo el país.
Todo drama tiene siempre su costado más crítico. En este caso, el informe internacional decidió reflejarlo así: “La desnutrición está matando a niños argentinos. Se trata de entre un 3% y 4% de la población, muy cerca de la media de la región.”
Efectivamente, casi la mitad los chicos y chicas en Argentina vive en situación de pobreza y uno de cada diez está en la indigencia. Esto implica que un 17,6% sufre déficit alimentario y 8,5% pasó hambre el año pasado, de acuerdo con el último Barómetro de la Deuda Social de la Infancia publicado por la UCA en julio.
La asistencia de las políticas públicas, entre ellas la Asignación Universal por Hijo, no alcanza para paliar esta situación. Un tercio de las familias que se encuentran debajo de la línea de pobreza mandan a sus hijos a comedores para que puedan alimentarse. La asistencia directa viene subiendo desde el 2014 y en el Gran Buenos Aires llega al 38%.
No es solamente una cuestión de cantidad de alimentos, si no de su justa distribución y también de la calidad. “Argentina es uno de los países que más desperdicia alimentos y uno de los de mayor consumo de azúcar y bebidas azucaradas”, advirtió el director de FAO Argentina, Francisco Yofre. Según esa oficina de Naciones Unidas, en nuestro país es desperdiciado el 12% de la producción de alimentos, dentro del cual casi la mitad son frutas y hortalizas.
Hay que agregar la flagrante conexión entre la falta de alimentación y otras carencias que derivan en condiciones de vida sumamente precarias para millones de niños. El hábitat de muchas familias transcurre entre la falta de acceso a agua segura y desagües cloacales, contaminación y hacinamiento.
En general estas familias tienen una dieta tan insuficiente como inconveniente para llevar adelante una vida sana. La Sociedad Argentina de Pediatría explica que muchos niños en situación de pobreza están sobrenutridos, en base a una dieta en la que abundan las harinas a falta de otros alimentos.
Hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes y accidentes cerebrovasculares son algunas enfermedades vinculadas con esta problemática y que están entre las principales causas de muerte en Argentina. Diarrea o parasitosis son otras enfermedades que, en los primeros años, pueden causar la muerte.
Ahora bien, esto no ocurre en todos lados igual. Por el contrario, las probabilidades de morir antes de cumplir un año son tres veces superiores en Formosa que en la Ciudad de Buenos Aires. Dentro de la propia Capital Federal la tasa de mortalidad es más alta en las comunas del sur que en las del norte.
Los que sobreviven en ese universo, lo hacen con secuelas que pueden tornarse irreversibles. En efecto, por cada niño que muere antes de los cinco años, otros seis sufren consecuencias de la malnutrición durante la primera infancia. Aún antes, existen serios riesgos de desnutrición intrauterina si la mujer no se alimenta correctamente durante el embarazo.
Especialistas advierten que es clave estimular la lactancia exclusiva durante los primeros seis meses de vida, apoyarla hasta los dos años, seleccionar alimentos apropiados para ser introducidos a partir del sexto mes y educar hábitos alimentarios saludables para toda la vida. La contracara: el retraso crónico del crecimiento a los dos años conlleva un 50% más de riesgo de repetir de grado en la escuela primaria.
FUNDAMIND atiende a 300 niños y niñas todos los días, en el barrio de Balvanera. Allí se les da alimento, además de educación, cuidado y atención en las salas de 2 y 3 años de su Centro de Primera Infancia. En épocas de crisis esto representa una ayuda fundamental para muchas familias con severas dificultades para alimentar correctamente a sus hijos.
“Vemos que crece la demanda de alimentos incluso más allá de lo que se da a cada chico en el jardín. Con la riqueza que hay en nuestro país ningún niño o niña debería padecer hambre, Quienes gobiernan y quienes aportamos desde la sociedad civil debemos comprometernos para que el hambre sea definitivamente erradicado en nuestro país”, señala Gerardo Mitre, presidente de la fundación.
“Damos prioridad a las familias que más lo necesitan, a personas con discapacidad, a quienes tienen VIH u otras enfermedades crónicas que el mercado laboral, prejuiciosamente, no incorpora. Actualmente también hay nuevos desempleados que buscan recursos alimentarios para seguir viviendo”, comenta Marisa Mujica, coordinadora del Área Sociocomunitaria de FUNDAMIND.
Estudios realizados por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porteño comprueban que entre los asistentes a los CPI, 6 de cada 10 mejoraron su alimentación y 9 de 10 aumentaron su interacción con otros niños y su autonomía. A través de estos centros, gestionados por organizaciones de la sociedad civil, se busca garantizar un menú nutricional conforme a las necesidades de los niños y niñas, brindando desayuno, almuerzo y merienda.
Otras prioridades
Si el escenario no es bueno, la perspectiva tampoco parece promisoria. El 10 de septiembre el Gobierno oficializó las reducciones presupuestarias a la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf). En consecuencia, recortó 118 millones de pesos al programas de Promoción y Asistencia a Espacios Primera Infancia y 2,8 millones al de Políticas Federales para protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Ese dinero fue reasignado a fuerzas de seguridad y turismo, entre otras áreas.
“La medida desconoce la imposibilidad de reducir los fondos destinados a la infancia, adolescencia y familia dispuesta por el artículo 72 de la Ley 26061. Tampoco contempla la recomendación de protección y no reversión de la inversión social destinada a la infancia incluida en la Observación General Nº 19 emitida por el Comité de seguimiento de los Derechos del Niño en 2016”, advirtió Unicef.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia instó al gobierno nacional “a proteger a la niñez y la adolescencia ante los efectos de la situación económica actual” y señaló que “es urgente priorizar y fortalecer el financiamiento de la protección social y redoblar los esfuerzos en favor de la infancia”.
“Si nos acompaña el Gobierno y pone cloacas, no hay parásitos; y si tenemos agua corriente, no hay gastroenterocolitis; y si tenemos agua caliente y luz eléctrica, mejora la higiene. Y si el Gobierno nos permite hacer que cada niño reciba desde el momento de su nacimiento en adelante una caja de leche por mes, y cada mujer embarazada y nodriza cuente con cuatro cajas de leche por mes, salimos como una flecha. Si preservamos el cerebro, luego educamos, y simultáneamente se mejora la infraestructura del hogar, seremos potencia en 20 años, lo firmo y le pongo el sello.” Abel Albino, presidente de Fundación Conin (Clarín, Mayo 2017).