La base del vínculo entre humanos se aprende a través de los sentidos, correspondiendo al tacto la base de su desarrollo. En la gestación, el niño tiene contacto con el seno materno a través de la placenta, en el nacimiento a través del canal uterino y, al cortar el cordón umbilical, el niño investiga el cuerpo de su madre contactando con la boca y las manos. Oído, olfato, gusto y vista, van conformando la matriz del vínculo materno infantil.
Hasta los tres años el niño necesita del vínculo materno por contacto y todos los sentidos, para adquirir confianza e instalarse en el mundo. Es la base en la que se para y desde la cual arma su vida. Cuanto más firme y cercano es el vínculo cuerpo a cuerpo del niño con su madre, mayor seguridad adquiere para lograr su autonomía.
En la era del fanatismo por el uso del celular, el vínculo materno-infantil está atravesado por este pequeño aparato. Padres e hijos están separados por lo que se ha constituido en la ventana que se abre al mundo de las relaciones, para constituir nuestra subjetividad.
O sea que, el vínculo de padres y niños en la primera infancia, está constituido por una red comunicacional de contacto humano-celular. En la medida que avanza el tiempo, en este contacto, se agiganta la participación del celular.
En medio del niño y sus padres hay una pequeña y fría pared que emite mensajes y ocupa la mayor parte del tiempo que dedicamos a lo vincular.
“Es adicta/o al celular” es un enunciado cuyo significado merece ser analizado con tranquilidad, sin la urgencia de la respuesta impensada e inmediata o la que encontramos por internet.
Conocemos que ser adicto es consecuencia de no haber hablado ni haber sido escuchado. Entonces, si el celular escucha y habla al niño, más que los adultos, ¿cómo se conforma la seguridad básica del niño, en quién confía, cuál es su autonomía y en qué derivarán los vínculos afectivos? ¿Quiénes, qué cosas y de qué modo será afectado su mundo emocional y sentimental?
El “Te amo más que a mi vida”, se reemplazará, tal vez, por “Te amo más que a mi celular” y el acto de amor más arrojado no sea “dar la vida por el otro” sino “destruir el celular por el otro”.
Marisa Mujica
Psicóloga – Coordinadora del Área Socioomunitaria de FUNDAMIND